Como resultado de la muerte de la joven Brittany Maynard por
asistencia médica, luego de un diagnóstico de cáncer cerebral terminal, y un
año de extremo sufrimiento, la Dra. Agustina Luvis, Catedrática del Seminario Evangélico
de Puerto Rico, se hace estas preguntas.
¿Cuándo comienza la
vida y cuando termina? ¿Tiene el ser humano el derecho a tener una vida y una
muerte dignas? ¿Puede un ser humano decidir no quiero sufrir más, ni hacer
sufrir a quienes ama? ¿Es esta vida el mayor bien? ¿Qué quiso decir Jesús
cuando dijo que no hay mayor amor que aquel que puede dar su
vida por los amigos? ¿Cómo interpretamos el que Jesús dice que nadie le quita
la vida, sino que El mismo la entrega? ¿Es ético o cristiano mantener a una
persona ¨viva¨ por métodos artificiales como son los equipos, medicamentos
extremos o técnicas extraordinarias, o ya esa vida no es vida? ¿Será que el
morir es vivir, en muchos casos, como dijo Pablo? ¿Está bien prolongar esta
vida, cuando ya no existe vida? ¿Será posible caer en la ¨idolatría¨ de lo sacro de
la vida, cuando colocamos el ¨vitalismo¨ por encima de la vida de una persona?
Estas preguntas calan en
lo más profundo de la esfera de nuestra fe como cristianos. Son preguntas
validas que muchas veces no queremos ni hacernos, pero que están latentes
buscando surgir. La muerte de esta joven fue la válvula de escape para estas
preguntas que son difíciles de contestar concretamente.
Estas
preguntas nos inquietan y nos hacen pensar en sus respuestas. La muerte de esta
joven nos provoca a pensar en uno de los problemas más profundos de la vida
humana: la teodicea, a saber, ¿cómo se puede defender la justicia y bondad de
un Dios todopoderoso que permite que exista el mal y, particularmente, el
padecimiento de los justos?
Es
en momentos como estos cuando debemos preguntarnos ¿Dónde está arraigada
nuestra fe? No en el pensamiento positivo de una teología superficial que
carece de fundamento bíblico, sino en una fe basada en el conocimiento claro de
certidumbre proporcionada por una relación de intimidad con Dios. Una fe
gestada en el crisol de la prueba, en el horno de fuego, pero sobre todo,
cuando estamos en el horno, donde ya no te ves tu sola (o), sino que hay otra
persona contigo.
En mi ministerio bregando con la gente veo que el
justo puede sufrir intensamente. No diría que sufre injustamente porque sería
precoz de mí decir tal cosa. Solo puedo decir que el sufrimiento es parte de
nuestra existencia humana. A veces nos preguntamos, “¿Cómo puede Dios permitir
tanto sufrimiento? y nos quedamos anonadamos ante tal pregunta. Dada la
realidad del sufrimiento que vemos en muchos cristianos nos quedamos asombrados
y nos preguntamos ¿Hasta cuándo Dios? Estas son las grandes interrogantes que
surgen cuando alguien como Brittany nos provoca a enfrentar y preguntar.
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